El recuerdo de la escondida en el patio del colegio o las hamacas de una plaza, no es el mismo para aquellos que se hicieron adultos en plena infancia. Como ese chico de 14 años, que dejó el colegio y vende lapiceras en un bar de Congreso, despojado de cualquier ayuda ¿quién lo recuerda? ¿Quién debería hacer cumplir sus derechos?
El rol del Estado frente al trabajo infantil
El país se propuso como meta erradicar la problemática en 2015. Para eso cuenta con una Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (CONAETI), creada en 2000, que se encarga de la planificación de políticas públicas.
También existe una Unidad de Monitoreo de Inspección del Trabajo Infantil, que tiene inspectores de seguimiento. Además, se modificó la legislación sobre la edad mínima para trabajar, que hoy en forma provisoria se elevó a los 15 años y en 2010 a los 16.
No alcanza. Para Marina García, autora de la investigación ‘Trabajo infantil y experiencia escolar en Argentina’ del IIPE: “Hay muchas iniciativas, pero falta darles a estas políticas sentido de universalidad”.
¿Qué papel ocupa la escuela?
“La escuela muchas veces excluye a los chicos que trabajan porque deposita sobre ellos bajas expectativas o tienen una posición positiva sobre el trabajo infantil”, expresó Marina García.
“Suele creerse que esos niños no van a tener un gran futuro o que es mejor asumirlos como trabajadores que aprenden herramientas para defenderse. Pero la escuela es una de las instituciones que tiene que comenzar a problematizar y desnaturalizar el tema”, agregó la investigadora.
Sociedad cómplice
“Hay que dejar de ver a los chicos trabajar como parte del paisaje local, no sólo es una tarea de adultos que les impide satisfacer su derecho a una educación de calidad y al esparcimiento, también los somete a formas de violencia físicas y psicológicas”, detalló la responsable de Reforma Legal y Protección de la Infancia de UNICEF, Gimol Pinto.