viernes, 24 de abril de 2009

¿Jaque a la gobernabilidad?

Atrás quedó el famoso "voto por un pancho". Ahora los mecanismos para congregar adeptos se volvieron más audaces y provocativos. Pareciera que el caballito de batalla del oficialismo apela a una devaluada gobernabilidad. Dirán los fieles lacayos del kirchnerismo que de perder en esta contienda electoral se pondrán en riesgo las posibilidades de gobernar. Esa es su estrategia proselitista ante la oposición: instar a la sociedad a no poner en jaque mate a la gobernabilidad.

Entonces en nombre de la gobernabilidad se rinde culto a las listas testimoniales. Así se avalan candidatos fantasmas que nunca asumirán su banca pero que por obediencia debida le ponen el pecho a los tiempos difíciles y encabezan las listas de sus padrinos políticos. Verdaderos mártires de la democracia, se creerán. Y querrán que todos creamos lo mismo.

"No quiero que se vuelva a situaciones de desorden económico y social que después llevan a una situación de desorden institucional; ya lo hemos visto, y no hace mucho", dijo Scioli. De este modo, se apela de una forma perversa a la memoria colectiva, a la crisis del 2001 y al caos institucional.

Pedir que la gente vote para "defender la gobernabilidad" obliga a hacerse una pregunta: ¿por qué está amenazada? ¿Desde cuándo el disenso atenta contra ella? ¿No debería el disenso, acaso, ser un elemento constitutivo de todo sistema de gobierno que se pretenda democrático? ¿No hace, en última instancia, a la representatividad que el oficialismo parece despreciar?

Pedir un voto por la gobernabilidad no es más que el eufemismo, o el pretexto, para sostenerse en el poder. Además, de un burdo manoseo al poder legislativo dado que lo usa como herramienta para reforzar el apoyo popular y la disciplina partidaria. ¿Hay necesidad de poner al sistema en jaque para resolver una disputa electoral?

Florencia Mancedo

martes, 21 de abril de 2009

Aprender en la web

Una vez un profesor en una clase de semiología, que quería demostrar los límites de la comunicación oral o escrita, nos reveló un pequeño e ilustrativo problema: utilizando sólo palabras (estaban prohibidos los gestos, como si fuera un dígalo con mímica pero al revés) debíamos explicarle a alguien cómo atarse los cordones de las zapatillas, empleando expresiones como “con mano derecha lleve el primer cordón por encima del otro como si fuera un puente”. Obviamente la tarea es extraordinariamente ardua.

La moraleja es que ciertas técnicas son más fácilmente explicables con una imagen, un dibujo o un video que con palabras (sí, el adagio “una imagen vale más que mil palabras” le viene como anillo al dedo a esta nota).

En la web, se pueden encontrar una extensa variedad de sitios especializados en manuales audiovisuales, que sirven para aprender determinadas tareas, desde instrucciones sobre cómo hacer el nudo de una corbata hasta ¡fórmulas sobre cómo besar!, o lecciones más avanzadas con profesores “on line”, que imparten clases y cursos.

La novedad no reside, en rigor, en el sistema de aprendizaje, sino en la proliferación del método y la vasta diversidad de lecciones. Se pueden encontrar curiosos videos para aprender a maquillarse, a cocinar un pato a la mostaza o instrucciones sobre cómo cortarle las uñas a su mascota. La lista es interminable.

En el universo internet, se pueden encontrar dos tipos de manuales audiovisuales, también llamados tutoriales. Unos, los que mejor enarbolan la democratización de la web, son realizados por iniciativa de los propios usuarios, elaborados de forma casera, y subidos a sitios como 5 Min (Your one-stop shop for instructional videos) u otros más generales como YouTube. Los otros, productos mejor confeccionados y de mayor calidad, son los grabados expresamente por las empresas que se dedican a este tipo de vídeos, como Expert Village, que ostenta más de 120.000 tutoriales, Videojug, HowCast o Videoaprende, que enseña a manejar diversos programas y lenguajes de programación en castellano.

Sin embargo, en muchos casos los tutoriales pueden funcionar como un refuerzo o apoyo de un aprendizaje previo, ya que existen determinados saberes, como tocar un instrumento o hacer malabares, que requieren más que un video para dominar una técnica. O si no, pregúntenle a Capusotto con su parodia de “Juan Carlos Pelotudo” intentando aprender a tocar la guitarra con un curso a distancia y su leit motiv: “es imposible”.


Pablo Cosin

Houston, tenemos un problema

Imaginemos a Scioli viajando en el Apolo XIII recorriendo tierra desconocida -pongámosle el conurbano bonaerense-. Imaginemos a Cristina en el centro de comando de la Casa Rosada. Imaginemos también que se detecta una falla en un punto neurálgico, una de esas que si no se resuelve dejaría a Scioli y a su comandante a la deriva. Imaginemos el intercomunicador. Seguramente podamos oír: “Cristina, tenemos un problema”.

Parece ser que ahora la inseguridad dejó de ser una sensación para transformarse en un problema concreto que amerita una solución real. Cómo combatirla, es la pregunta que resuena, sobre todo en vísperas electorales.

Sacar gendarmería a la calle, contratar personal de policía retirado para patrullar, aumentar el número de efectivos policiales, instalar cámaras de seguridad en puntos estratégicos de los centros urbanos, bajar la edad de imputabilidad de los menores. He aquí el "Plan Federal de Seguridad". Un combo que propone el gobierno para combatir la inseguridad: un conjunto de elementos coercitivos que no hacen más que atacar el problema en su dimensión cuantitativa. O peor aún, reducirlo a una simple ecuación matemática de tipo: “ a mayor cantidad de chorros, mayor cantidad de policía = reducción de la delincuencia”. Algo así como el muro de Posse, pero políticamente correcto; en lugar de levantar paredes de hormigón, pareciera que la propuesta es amurallar la Provincia con uniformados y trasladar el panoptismo foucaultiano a las calles.

Si las autoridades pretenden resolver un problema estructural a partir de un pensamiento lineal que responde a una simple regla de tres inversa, sepamos, argentinos, que tenemos un problema.

Florencia Mancedo

La globalización de los medios

“Y no te asombres de mi astucia sino de tu ignorancia que la hace resaltar”, el fragmento del novelista, poeta y dramaturgo cubano Reynaldo Arenas se relaciona con su historia. Quizás el autor quiso así popularizar el trasfondo cultural de la censura y de la incomunicación con el entorno mundial, que él mismo experimentó bajo el régimen de Fidel Castro.

Sin embargo, lejos de la isla cubana y en la era de la comunicación, tampoco existe la libertad en cuanto a la elección de conocimientos. Los medios productores de la diseminación de todo, paradójicamente, se encargaron de generar una pérdida del sentido cultural, limitando al receptor con sus intereses.

¿Fue la globalización la culpable? Relacionada directamente con fenómenos tecnológicos, pudo ser la que favoreció a la creación de monopolios de la información, con lineamientos únicos y unificadores, que obligó a las poblaciones a consumir sólo lo que fue impartido por sus medios.

A veces esta era de la información parece más coherente con una era empresarial, y comercial.



Julieta Beldi

La cultura de la repetición

En la aldea global, los medios masivos de comunicación adquirieron el papel de generadores de la ‘desculturización’, de la alienación para que el ser humano pierda la identidad y su propia perspectiva.

Si bien los cambios paradigmáticos de la comunicación social representan un cambio favorable para la accesibilidad a la información ¿cuáles son las consecuencias?

En este sentido, José Saramago explicó que “es fascinante porque de ahora en más existen, al alcance de la mano, transformaciones muy positivas en materia de educación y de formación. Es inquietante, porque todo esto dibuja un mundo sobre el que sobrevuelan subestimadas amenazas de deshumanización y manipulación”.



Para evitar lo que advertía Saramago, es necesario preparar a las nuevas generaciones para que adopten una postura equilibrada ante la sociedad de la información. Se trata de preparar a los ciudadanos para que incorporen las nuevas tecnologías con capacidad crítica que les permita discernir ante la multiplicidad de información recibida.

Julieta Beldi

lunes, 20 de abril de 2009

Pirateando al transformismo

Un día a Don Antonio Gramsci “se le encendió la lamparita” y pudo ofrecer un poco de luz a la triste oscuridad que lo rodeaba y lo aislaba del mundo cotidiano. De repente se le ocurrió un nuevo término para caracterizar a la vida italiana desde 1948: el transformismo. Y comenzó a escribir. Y los cuadernos de la cárcel, se hicieron famosos, trascendieron. Pero ¿habrá imaginado el tano que hoy, en el siglo XXI, sus ideas continuarían haciendo ruido?

Buenos Aires. Año 2009. Bienvenidos a la era de los Kirchner. Bienvenidos a una época en la que las clases dirigentes continúan absorbiendo y cooptando a los intelectuales orgánicos de otros sectores, quienes de este modo consiguen conservar y hasta fortalecer su liderazgo, aún cuando su ideología haya sido aniquilada. En otras palabras, bienvenidos a una piratería del viejo transformismo.

Cómo es costumbre, a la Argentina le gusta copiar elementos de la vida europea, entonces ¿para qué perderla? No le fallemos a las tradiciones impuestas durante la época de Roca, y pongamos en escena al piquetero (ahora, ex) Luis D´Elía. Quizás le habrán pedido un minuto de silencio, porque hace mucho no lo vemos ni lo escuchamos enojado en algún medio de comunicación defendiendo a la presidenta de los argentinos, pero su incondicional lealtad al oficialismo, no desapareció. Y a medida que pasa el tiempo, crecen las relaciones carnales. Y así, se intercambian puestos por represión de ideologías… Por favor de pié para darle un aplauso al intelectual absorbido por el matrimonio.


Stephanie Maia Hindi