El truco es de origen árabe, y se jugaba en la España medieval con el nombre de truque o truquiflor, una voz portuguesa que significa “trampa”. Su premisa es el engaño: se trata de hacerle creer al adversario que uno tiene más de lo que en realidad posee. El psicólogo Julio Mafud escribió por los sesenta: "Es el único juego que le permite al argentino ser como quiere ser, en su mundo la ficción es igual a la realidad".

El kirchnerismo sufrió una grave derrota. Cayó de una manera impensada aún para sus adversarios más encarnizados y optimistas. Néstor Kirchner y Daniel Scioli quedaron detrás de un novato, Francisco de Narváez. Casi todos los presidenciables opositores se alzaron con victorias: Julio Cobos, Mauricio Macri, Carlos Reutemann. El kirchnerismo disminuyó su número de diputados y senadores nacionales.

El gobierno trató de minimizar la derrota. Dirá que sólo se trató de una mala partida. Barajar y dar de vuelta, pareciera ser la única alternativa para recuperar el equilibrio postelectoral.
La renuncia casi instantánea de Néstor Kirchner a la presidencia del Partido Justicialista había reforzado esta tenue expectativa como un posible signo de que la pareja gobernante estaba tomando contacto, finalmente, con la realidad.
Sin embargo, la expectiva tuvo corta vida porque delegó la presidencia del PJ en Daniel Scioli.
Quizás se trate de hacer un acto de introspección, mirarse al espejo, reconocer errores, ser dúctil para negociar y hábil para conceder tratando de sostener el modelo. Pero sobre todo, evitar caer en el engaño de su propio juego y dejar de negar una realidad que se volvió visible bajo la forma de un plebiscito.
Florencia Mancedo
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